12 de agosto de 2011

Desde lo alto



Desde lo alto de su torre de cristal vigila el infinito. Altanero, distinguido, elegante y autosuficiente se yergue sobre la ciudad que le ha visto crecer. Por fin allí. Tanto tiempo anhelando esas vistas panorámicas, no tanto por la belleza de las mismas sino por lo que ello conlleva, por el despacho que le alberga.

Ha sido duro, pero ha llegado. Con mucho esfuerzo, con muchos sacrificios, pero con gran ambición por fin consiguió el lugar soñado. Con tan solo 51 años ya es el máximo mandatario de su empresa, el mundo está a sus pies y ya nadie puede arrebatárselo.
Tranquilo, disfrutando del momento, se pasea por los 65 metros cuadrados de su oficina particular, revisando que cada cosa esté en su lugar, acorde con su filosofía de vida, meticulosa y pulcra.

Observa con detenimiento, la pared de los trofeos, donde relucen los títulos, las orlas y menciones de honor que acumula en su palmarés, todos ellos perfectamente encuadrados por los mismos marcos, así como alguna instantánea de sus trinfos en el largo camino que ha recorrido hasta llegar hasta este momento, pero ni una foto personal.

Mientras juega con los botones de su carísimo e impoluto traje, dirige su mirada hacia el teléfono, pero no suena, nadie le felicita. Tampoco hay cartas encima de su escritorio, ni emails en la bandeja de entrada que se congratulen de su gran hazaña.

Se recuesta sobre el sillón y una pregunta le martillea la cabeza ¿… Y ahora qué? Desde muy joven ha tenido muy claro cual era el paso siguiente: La carrera, el master, el docotrorado, las prácticas en la empresa, ascender de puesto, mejor empresa, seguir ascendiendo… siempre calculando el tiempo, proponiéndose metas y trabajando para alcanzarlas, pero este era su techo, ha llegado a la cima y ¿Ahora qué?

Se sirve una copa de Coñac. Ya es tarde para hacer nuevos amigos, con los que preparar cenas en las fiestas y recordar las vivencias pasadas, y por desgracia ya no le quedan amigos a los que acudir y con los que marcarse metas, por que los fue sacrificando todos a favor de su trabajo. No había dudado nunca en pisar a un compañero para trepar un puesto, ni en dejar plantado a un amigo si el trabajo le necesitaba, lo que le granjeó una durísima soledad.

Tampoco tuvo tiempo para cultivar el amor, las escasas relaciones siempre se truncaron por la falta de tiempo y de atención. Jamás supo lo que era querer a alguien que no fuera su oficina, aunque sí lo que era sentirse querido. Había sido una bonita época mientras duró con aquella chica…¿Cómo se llamaba? ¿Patricia, Rebeca…o era Julia? No lo recordaba porque enguanto ella quiso dar un paso más el hulló a otra ciudad con la perfecta excusa de un cambio de destino, donde dejó que el amor se extiguiera sin mayor remordimiento.

Pero bueno, siempre le quedaría la fami… Bueno quizás no. Sus padres habían fallecido en apenas dos años aunque no recordaba mucho. Con su padre no se hablaba y su relación siempre había sido tensa, hasta el punto que no acudió al funeral porque debía de cerrar un importante trato que le reportaría un ascenso. Y su madre era aquella persona molesta que siempre llamaba en el momento más inoportuno, y siempre mientras trabajaba. Su hermana ya no le hablaba porque jamás se ha dignado a hacerle a un regalo a sus hijos, ni a acudir a una cena familiar.

Se volve a incorporar e inicia un paseo por la cristalera de su despacho, con la mirada perdida en la lejanía. Pega la cabeza al cristal y una extraña idea se le pasó por la cabeza: ¿…y si salto?
Abrie las ventanas de su balcón e inhala el aire proveniente de la ciudad, rebosante de vida, esa vida que él no tiene con quién disfrutar. Retrocede unos pasos. Una lágrima se escapa de su pupila y resbala por su cara. Mira al cielo. Mira al horizonte. Nadie llorará su perdida. Entonces arranca en una carrera desesperada, cubierto de lagrimas y al llegar al borde de la barandilla… salta.

…Cubierto de sudor se despierta en su habitación y acalorado busca la mano de ella que instantáneamente le mira con cara de preocupación:
- ¿Pasa algo? ¿Parece que en lugar de 25 años tienes 51?
- No nada tengo que hacer una llamada que se me había olvidado… Por cierto ¿te parece que esta tarde quedemos con Jaime y estos? Así vemos a la vieja tropa.

Enciende el móvil. Baja al salón con una sonrisa que intenta enmascarar la angustia que acaba de pasar, se dirige hacia la ventana desde donde solo alcanza a ver la casa del vecino. Marca apresurado. Un tono, dos tonos…

-Hola Mamá, solo era para deciros que os quiero mucho. Recordadlo siempre pase lo que pase y díselo a Papá.

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