1 de junio de 2010

Aquellos ojos azules

Empezaba a llover, y la gente corría despavorida como si les quemasen las gotas en la piel, sin embargo, en medio de aquella plaza una pareja inmóvil se dedicaban un beso tierno sin prisa, disfrutando a tope del más mínimo movimiento del otro. Los transeúntes más curiosos les miraban con cara extraña mientras cuchicheaban comentando lo locos que están los jóvenes de hoy en día. Ellos continuaron con su beso, porque alrededor de ambos no existía nada, solo tenían conciencia de que estaban disfrutando de un momento imborrable, de unos minutos únicos y no iban desperdiciarlos fijándose en quienes les rodeaban. Habían estado demasiado tiempo guardando las distancias, disimulando, su atracción para no dar que hablar, habían aguantado para no crear conflicto entre sus propios amigos. Pasaban más de 6 mese ya desde que fueron presentados en un cumpleaños de un amigo común, y no había sido fácil llegar hasta ese beso que ahora saboreaban.

Cuando a Diego le presentaron a Marta no pudo evitar quedarse sin respiración al sentirse observado por esos ojos azules tan tristes. Quedó tan impresionado que desde ese momento en numerosas ocasiones lo último que veía en su mente antes de cerrar sus ojos por la noche eran los de Marta. En ese cumpleaños le había sido presentada como la novia de un conocido suyo al que no procesaba mucho aprecio y lo primero que pensó fue que la vida era injusta, que los mayores capullos siempre se llevan a las mejores chicas, y su afirmación se fue consolidando cuando por azares del destino ella se sentó a su lado y según avanzaba la comilona fue conociendo los pocos aspectos que ella se atrevía a desvelarle cohibida por la mirada inquisitiva de un novio en exceso controlador.

Marta disfrutó de ese cumpleaños a medias. Le fue grata la compañía y la charla con ese chico moreno que no destacaba del resto hasta que te dedicaba una de sus miradas o te iluminaba con una de sus sonrisas, pero sin embargo se sentía culpable, como si estuviese traicionando la confianza de David, su novio, cada vez que Diego le arrebataba una sonrisa. Llevaba un par de años con David, se habían conocido cuando ella tenía 18 y él 21, había sido una presa fácil para una mente tan manipuladora como la de él, y desde un primer momento y sin saber porqué renunció a su increíble forma de ser para estar a la sombra del cada vez más crecido David. No habían sido ni una ni dos las veces que se había ido llorando a la cama, pensando en lo infeliz que se sentía, ni tampoco habían sido ni una ni dos las veces que había perdonado alguna que otra infidelidad, y aunque se había planteado en numerosas ocasiones dejarle nunca había acabado de consumarlo, unas veces por indecisión, otras veces porque sus propios amigos, ajenos a lo que de verdad sucedía y guiados por las apariencias, la disuadían, y otras veces porque David utilizaba a la perfección el lenguaje y la confundía con facilidad.

Ese día en el cumpleaños David y Marta se fueron antes, y Diego de forma disimulada indagó entre el resto de los asistentes información sobre ella, hasta que descubrió que era estudiante de clásicas, que tenía un hermano menor y que vivía en una calle cerca de la catedral, indagó también sus dos apellidos y al llegar a casa inició la búsqueda en el tuenti, para algo le tenía que servir la historia esta, y en enseguida la encontró. Pasaron varios días hasta que Marta contestó a la invitación y poco a poco comenzaron a conocerse, se intercambiaron los números de móviles y empezaron a fraguar su amistad.

Pasaron un par de meses hasta que él reunió el valor suficiente para invitarla a un inofensivo café, que le fue rechazado un par de veces con excusas incoherentes. En este tiempo Diego había intuido cual era la relación de Marta con su novio y había visto, por lo poco que ella le contaba de él lo controlada que la tenía y lo idolatrado que ella le tenía él, así que aceptó con calma el ser rechazado hasta que un día se lanzó a la calle y se dirigió a la facultad de Marta, esperó paciente mente un par de horas delante de la puerta y cuando la vio salir hizo como que venía andando de lejos y forzó un choque con una de las amigas que la acompañaban, se disculpó y se dispuso a seguir. Fue entonces cuando ella le paró agarrándole de la muñeca, y dedicándole una sonrisa que hasta ahora le había sido negada, le dijo:

-¿Pero donde vas alma cántaro que te chocas con todo el mundo?

- Coño no te había visto- mintió él- ¿Qué haces aquí?

- Ehh estudio aquí, ¿te acuerdas? Oye ¿vas algún sitio? Me sobra una hora y me apetece un café, y la verdad, no me gusta beber sola.

-Pues…me pillas un poco mal, pero no me podría perdonar que sufriese el suplicio de tomar un café sin compañía.

Ella se despidió de sus amigas y le dijo a Diego que si se fiaba de ella le llevaría a un sitio que le encantaba, un sitio de esos con duende, de los que te enamoras enseguida pero que solo están hechos para gente especial que sabe apreciarlos.

-¿Qué te hace pensar que lo sabré apreciar?

-no lo sé, ¿una intuición quizás?

Mientras andaban, hablaban de sus carreras, de lo interesante que eran ciertas clases… y cuando llegaron Diego no pudo disimular su asombro, a lo que Marta le dijo -Ahora ya no me cabe duda que te gusta- era un bar pequeño, poco iluminado, con mesas de madera que sostenían velas, con un piano viejo al fondo y una barra adornada con recortes curiosos de periódico. La conversación se fue tornando más personal de forma paulatina y totalmente natural, tanto que cuando se quisieron dar cuenta había pasado una hora y media y Marta ya no podría llegar a clase a tiempo, así que Diego la engañó para tomar un segundo capuchino. Pero Diego no puedo retenerla para siempre y se tuvieron que despedir, caminaron hasta la plaza y separaron sus caminos, no sin que antes Diego hiciese prometer a Marta que no sería la última, que habría muchas más.

Se separaron y sin saber porqué ninguno podía borrar la sonrisa tonta que llevaban tatuada sin ellos pretenderlo, tanto que a ella le costó tener que mentir ante su novio para de ese modo ahorrarse las explicaciones pertinentes que él no entendería y de seguro rechazaría. Cuando llegó a casa abrió corriendo el tuenti de forma inconsciente, nerviosa, impaciente por si había algún comentario o algo pero no había nada, ni si quiera un privado. Desilusionada se dispuso a abrir el correo para escribir a su profesor disculpándose por no haber asistido a clase y allí estaba, el ansiado mensaje que esperaba de su acompañante de cafés. Lo leyó como cuatro veces seguidas, parándose siempre en las mismas palabras en las que describía lo bien que se lo había pasado, y lo rápido que se le había pasado el tiempo, pero sobre todo releía la última pregunta ¿soy el único que al volver a casa se ha chocado con la realidad de golpe después de una tarde de ensueño?

Esa tarde mágica llevó a otras, a paseos interminables, a cafés infinitos, a tardes de parque, de charlas, de risas…en las que cada vez la confianza era mayor, los temas más abiertos, y la atracción más irresistible hasta el punto que en un par de ocasiones en las que se quedaron mirándose fijamente sin hablar tuvieron que recurrir a los más variopintos temas:-¿Hay que ver como está el tiempo? ¿Qué cruz tan bonita llevas? Y es que Marta seguía con David y Diego no quería dar ni un solo paso en falso, le había costado demasiado llegar a este punto como para estropearlo ahora por impaciente. Sin embargo los días pasaban, la confianza era cada vez más notable y a Diego le quemaba una pregunta el la boca, así que un día de improviso la escupió de golpe

-Marta, no te enfades pero he de preguntártelo, ¿Estás enamorada de David?

-¿Cómo? …Hombre, si estoy saliendo con él es obvio ¿No?

- No te ofendas pero no te he preguntado si le aguantas, o si le tienes cariño, te he preguntado si estás enamorada, si piensas en él como el hombre de tu vida, si de verdad le amas…es que perdona que me entrometa pero no te veo feliz, todo lo que me cuentas de él son problemas, mentiras, traiciones…ni una mísera alegría, ni un mínimo detalle, no sé… ¿de verdad te enamora?

-¿Pero quien coño te has creído para psicoanalizarme así? ¿Hago yo eso contigo? ¿Me meto en tu vida?...

-…Marta en serio, no quería…

-Ni Marta si ostias…te has pasado y lo sabes…¡No esperaba esto de ti!

Y se fue dejando a Diego con la palabra en la boca y sin saber bien que hacer o que decir. Las lágrimas caían por su rostro pensando en lo que le había dicho Diego, mientras se apoyaba en su árbol favorito. Hacía ya mucho tiempo desde que empezó a salir con David y desde entonces había asumido que el amor era un cuento que se creen las quinceañeras, que lo de las pelis era eso, pelis creadas por soñadores, pero que la vida real era muy distinta, no había que pensar en amor sino en sobrevivir aunque eso implicase la perdida de la felicidad… Cuando llegó a casa vio los emails y mensajes de Diego, a quien no quiso contestar, y también las numerosas llamadas de su novio, casi 20, que por primera vez en tantos años se le antojaron señal de control compulsivo.

Al día siguiente vio a David y al resto de sus amigos, entre los que gracias a Dios no se encontraba Diego. Estaba ausente, desconectada, pero ni su novio ni sus amigos repararon en ello hasta pasadas un par de horas, cuando David, casi por primera vez en toda la tarde se acercó a ella, la agarró por la cintura y le dijo:

- Venga Nena, quieres sonreír un poco, que nos estás amargando la tarde…

- Lo siento cielo, pero no me encuentro bien, lo siento.

-Joder pero haz un esfuerzo ¿no? Piensa en que quizás a nosotros no nos agrade ver tu cara de sota porque nos corta un poco el rollo.

-¿Cara de qué...?

-De sota sí, me has odio bien, porque la verdad es que parece que acabas de beber una botella de vinagre de un sorbo. Comprende que sea desagradable ver esa cara y esa actitud cuando intentas pasarlo bien.

- ¿Sabes que resulta desagradable? Que seas mi novio y ni si quiera preguntes por qué estoy así, qué me pasa, que no te preocupes por como me siento, que ni si quiera se te pase por la cabeza que quizás no me apetece estar aquí porque me encuentro mal y lo esté haciendo por ti, por agradarte… No eres consciente de la mitad de las cosas que hago por ti, de los sacrificios que he llevado acabo, el mentir a mis padres y amigos diciendo que todo va bien y que no pasa nada, que es que no eres muy dado a mostrar cariño, cuando tanto ellos, como yo, como todo el mundo sabe que no es que no seas propenso a dar cariño, pues a la vista está que a otras si se lo das, sino que a mi no me quieres, solo me tienes a tu lado para no sentirte solo, porque soy yo quien siempre está y quien siempre recoge tus cachitos cuando nadie te hace caso en los malos momentos…

David agarro a Marta por los hombros y la empujó mientras le gritaba

-¡¡¡PARA!!! ¡¡¡ PARA, TE ESTÁS PASANDO Y A MI NO ME HABLA ASÍ UNA CRIA COMO TÚ!!!!

Entonces un par de amigos se acercaron corriendo y sujetaron el brazo que David había levantado amenazando a Marta, y le obligaron a soltarla. Pasaron unos segundos mientras Marta recuperaba el aliento y se recuperaba del shock. Entonces levanto su mirada, abrió sus ojos azules, miró a los de David e intentó hablar con serenidad.

- No quiero volver a verte.

Pasaron un par de semanas en las que Marta se aisló en su casa, desconectándose de todo tipo de contacto con el exterior, ya fuera móvil, red social, correo…todo. Diego que se había enterado de lo ocurrido estuvo varios días llamándola al móvil y escribiéndole emails y privados, sin obtener contestación. Hasta que un día, el menos pensado, recibió un mensaje breve y conciso: Puedo verte a las 18 en la plaza?

Eran las 16 h así que contestó se duchó, se arregló y salio de casa dando un paseo para calmar su ansiedad e intentar solventar sus dudas. Arribó a la plaza por el lado opuesto al que habían quedado y cuando caminaba por el centro alguien le paró en seco. Vestía un baquero y una camiseta básica, tenía la cara deshecha de tanto llorar pero seguía luciendo esos ojazos azules. Pasaron varios segundos mirándose hasta que ella se dirigió a él.

-Lo siento.

-¿Qué lo sientes? ¿Tú? pero ¿estás tonta? Lo siento yo, no debería haberme metido ni…

- Pero tenías razón, y sé que lo dijiste por mi bien…

-¡En realidad no! No lo dije por ti, lo dije por mí.

-¿Por ti?

-Sí. Nunca había conocido a nadie como tú y desde que te vi y me miraste…desde entonces…yo…

-Yo también

Y le besó, sin importarle que empezase a llover.

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