1 de noviembre de 2010


La farola iluminaba parte de la plaza de la puerta del Sol. Él, caminaba impaciente delante de la boca de metro, de aquí para allá esperando a que llegara ella, mientras repasaba mentalmente las impresiones causadas las dos veces anteriores que había coincidido con ella.
Desde el primer momento que la vio, supo que tenía algo especial, que no era una chica más, que sus ojos azules eran una excepción, no solo por su precioso color si no por la forma en que miraban.
En su primer encuentro apenas habían cruzado palabras, pero las pocas que habían cruzado habían sido claves, habían constituido, sin ellos pretenderlo, un nexo de unión, habían sido de vital importancia para poder romper el hielo, para que él, con todo el descaro del mundo, forzase el siguiente encuentro, también acompañado de más gente, como el primero, pero esta vez más relajado, ¿o no?
Mientras observaba la variopinta fauna que habita en la gran capital, y los raudales de transeúntes que, intuyendo las fechas navideñas, se habían lanzado a la calle a comprar, intentaba abarcar el mayor campo posible para ver si de entre tantas personas surgía su pequeña figura. Pero no llegaba y su cabeza seguía “sufriendo” pequeños flashback de su segundo encuentro. Le venían imágenes de cuando tuvo su primer detalle con él, de las pocas palabras que intercambiaron, pero sobre todo de su sonrisa y de su forma de mirar.
Estaba nervioso, no sabía cómo comportarse, es verdad que desde aquellas citas la relación había evolucionado, pues no pasaba ni una noche sin que se comunicasen, bien por msn, por sms…cualquier medio era lícito para saber del otro, para descubrí r más de esa persona que tanto le atraía. En sus conversaciones surgieron muchos temas, se intercambiaron muchas opiniones y se hicieron grandes progresos en cuanto a confianza se refiere, pero quedaba lo más importante, la química en persona. Ver si eran capaces de estar ellos dos solos y no morir de vergüenza, si encajarían tan bien en persona como virtualmente, si de verdad era el principio de algo importante o era un espejismo informático.
Seguía dando vueltas, inquieto, expectante, con la cabeza rebosante de pensamientos cuando de repente, cuando menos lo esperaba, apareció de detrás de la boca del metro, con una sonrisa enorme mezcla de emoción, nervios, angustia y alegría. Se acercaron y se dedicaron dos besos en las mejillas como habían acordado y se miraron a los ojos, mientras se reían porque no encontraban ninguna palabra para comenzar la conversación.
Lo que pasó después ya se sabe, ya se ha vivido y es parte de una historia de las que marcan la vida de dos personas, cambian y unen.

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