14 de febrero de 2012

Nadie como tu sabe tanto de mi
nadie como tu es capaz de compartir
mis penas, mi tristeza, mis ganas de vivir
tienes ese don de dar tranquilidad
de saber escuchar, de envolverme en paz.
Tienes la virtud de hacerme olvidar
el miedo que me da mirar la oscuridad.
Solamente tu lo puedes entender
y solamente tu te lo podras creer.


Gracias Pedro.

2 de febrero de 2012

Tu espalda

Las primeras luces del alba entran por la ventana. Todo se ve con una textura que me hace dudar si es la realidad o es parte aún de mi sueño. Me doy la vuelta lentamente, procurando no hacer mucho ruido, ni moverme mucho.

Por fin te encuentro, allí a mi lado, muy cerca de mí, más de lo que siempre desee, pero menos de lo que me gustaría ahora mismo. Allí estás, tumbada boca abajo, luciendo esa espalda estilizada y bonita, que con la luz que entra hubiera sido irresistible para cualquier fotógrafo que se precie.

Del edredón color azul claro, que te cubre hasta la cintura, se escapa un cachito de pierna, que te hace adorablemente irresistible. Sí, estás de película, pero lo mejor es que esta pose casual es solo para mí, ni siquiera tú recordarás esta visión, porque no es premeditada, y por mucho que te la quiera describir, nunca podré hacerte entender los sentimientos encontrados que en mi produces: atracción, amor, pasión, ganas de cuidarte, felicidad, tranquilidad, sueños, realidad.

Me incorporo lentamente, para no despertarte, y me apoyo contra la pared para observarte desde arriba. Emanas paz, sosiego, relajación, satisfacción. Te rozo levemente con la yema de los dedos, recorriéndote desde la cintura hasta la nuca, por ese hueco que divide tu espalda a la mitad, para finalmente acariciarte el cabello.

Ronroneas, medio en sueños medio despierta, haciéndome ver que te gusta, y que puedo seguir, mientras te acurrucas de nuevo contra la almohada. El roce de mis dedos contra mi piél despiertan recuerdos de la noche anterior, ecos de placer que aún golpean contra mi mente, y generan una sensación indescriptible en mi estómago.

Te miro, mientras uno con líneas imaginarias los lunares de tu espalda. Me acerco a tu oído, y con palabras casi inaudibles te susurro “Eres mi sueño, no te vayas nunca”.

Después vuelvo a ocupar mi posición, aquella que tanto nos gusta, abrazándote por detrás, sintiéndonos piel con piel,siendo un solo elemento, atrayéndote hacia mí, protegiéndote de los malos sueños, ordenando tus pensamientos.

Me da igual a qué hora haya que levantarse, yo solo pido que nunca me despierten de este sueño contigo.